miércoles, 26 de febrero de 2014

Política romana

Por Antonio Castro

Estamos justo después de que Roma haya alcanzado la madurez. Roma, que ya domina el mediterráneo occidental, está a punto de lanzarse sobre oriente y crear un imperio que pervivirá para siempre en la memoria de Europa. 
 
Las guerras que encumbran a Roma vacían Italia del campesinado, la infantería de la que se nutre las legiones. Empiezan a haber tensiones en el Senado y en la ciudad. Roma necesita un cambio. Se empiezan a notar dos grandes fuerzas políticas que empiezan a luchar para dirigir los destinos de Roma, los destinos de un imperio.
 
Por un lado tenemos a las fuerzas, que hoy llamaríamos de derechas. Los optimates, los boni. Conservadores aferrados al Mos Maiorum. Creían que Roma, se estaba corrompiendo con los nuevos aires que llegaban de oriente. Era necesario ser férreo en las costumbres, y seguir siendo como los antiguos romanos. Eran hostiles a toda política que significase cambio, adaptación. Creían con sinceridad que solo siendo fieles a los ideales tradicionales romanos, Roma podría sobrevivir entre tanto cambio.
 
Por otro lado tenemos a los populares, hoy, las izquierdas. Gente consciente del cambio que querían que Roma se adaptase a los nuevos tiempos. Querían un reparto mas igualitario de los recursos y que se limitase el omnipotente poder del senado a favor del pueblo. Creían con sinceridad que solo si Roma se adaptaba y se hacia mas justa, podría sobrevivir entre tanto cambio.
 
Entre ambas fuerzas, iban a sostener una serie de pulsos, de guerras civiles, que acabarían desembocando en el imperio. 
 
Esta época iría desde las guerras púnicas al advenimiento de Augusto. Los Gracos, populares, defienden un reparto de las tierras generales de Italia, copadas en su mayor parte por la aristocracia senatorial. El senado promueve su asesinato y el conflicto finaliza con la victoria provisional de los optimates. Los escipiones, amantes de la cultura griega, también son políticamente derrotados por el conservador Catón.
 
La llegada de Mario destroza todo. Se alía con los populares y burla al senado, gracias a sus dotes militares, no le queda mas remedio a este ultimo que ponerlo al frente del ejercito para que salve a la misma Roma de los germanos. Es cónsul 6 veces seguidas, una autentica afrenta al mos maiorum. Sila, su segundo al mando, acaba siendo captado por los optimates. Aunque de orígenes humildes, es patricio. Solo la muerte de Mario evita una confrontación final entre ambos. Cuando vuelve a Italia lo hace como dictador y en medio de una carnicería, instaura los poderes del senado.
 
Pompeyo, combate al senado, demostrándole una y otra vez que los méritos son superiores a su sangre. Un senado dominado por lo optimates se ve obligado a parar los pies a Pompeyo, a Craso y a Julio Cesar, el cual forja una alianza entre estos últimos y vuelven, juntos, a burlar al senado. Craso muere, y como con Sila, consiguen que Pompeyo abrace su causa y traicione a su amigo. Julio Cesar, el Paladín del pueblo romano, contra los excesos del senado los derrota militarmente, es asesinado y de la inestabilidad resultante sale triunfador su heredero Octavio. Aquí finaliza la política romana.
 
Mis conclusiones es que fue una verdadera pena que ambas fuerzas, sin duda bienintencionadas, no fuesen capaces de colaborar en pos de la gloria de Roma y acabasen buscando la aniquilación del rival. Acabó por desangrar y cansar a Italia de forma que fue preferible el reinado de un emperador, a una libertad en el que el pueblo y el senado, en una modélica separación de poderes se turnaban para hacer leyes.
 
Hay una frase que leí hace eones que decía algo parecido a que la diferencia entre Europa y África es que en las naciones europeas, cuando la situación iba muy mal, las élites se enfrentaban unidas por la supervivencia de la nación. No así en África donde una tribu prefiere la destrucción de su país antes que la supervivencia de este bajo el mando de la tribu rival. 
 
Así acabo la república de Roma. Una clara lección del pasado. Desgraciadamente nuestra élites parecen olvidarla una y otra vez. Los dioses quieran que ambas fuerzas políticas, vigentes hoy en día, en prácticamente cualquier régimen, incluso no democrático, la tradición y el progreso, sean capaces de unirse en favor del bien común  de los pueblos en vez de conseguir su destrucción por sus intereses mezquinos y egoístas. 

 

lunes, 24 de febrero de 2014

El bosque maldito - La batalla de Teutoburgo (Parte II)

Por Jose Luis Vilas Lara

Varo estaba observando el bosque en la lejanía cuando llegue a junta de él. Con el estaban los signifer, el resto de los miembros del pretorium y, como no…, Arminio. Me presente a él como correspondida y le comenté lo siguiente “ Ave legado. Se presenta ante tí Casio Querea, primer centurión. Es mi obligación sugerirle que abandonemos la idea de cruzar el bosque y bordearlo, pues aunque nos lleve más tiempo, también será más seguro. Tal como se encuentran nuestras fuerzas es peligroso adéntranos el”. A lo que me respondió, -“Casio Querea, agradezco tu sugerencia y valoro tu preocupación, pero Arminio aquí presente nos asegura que estas tierras no son hostiles a nosotros, por lo que no se hable más del asunto, ¡y pon orden en las filas!”. Ante tal respuesta me quedo bien claro en la situación en la que nos encontrábamos. Varo estaba crispado. Era consciente del estado de la columna y no quería demorar más los días. Creo que pensaba, o estaba más bien preocupado, en cómo responder ante el Cesar del estado tan lamentable en que habían regresado las tres legiones y, por consiguiente, de su carrera política, que de una posible emboscada en los bosques, había olvidado por completo la norma básica de un comandante en jefe…….la prudencia.

Esa noche sentado en una piedra mientras cenaba pan y agua, guarecido de la lluvia por mi pequeña tienda, meditaba sobre aquel bárbaro que nos guiaba. ¿Sería de fiar?. Su rostro arrogante no me complacía, y aunque fuese un bárbaro criado en Roma con las costumbres romanas como condición de príncipe que era en su tierra natal, no dejaba de ser un bárbaro, ¿hasta qué punto era leal a Roma?, una nación que subyugo a la suya, que le impuso a sus dioses; pronto me revelaría su verdadero yo.

EL BOSQUEDespués de un día y noche de descanso nos encaminamos hacia el bosque de Teuteburgo. Llegamos allí a media tarde. Ante nosotros se presentaba un bosque tupido y frondoso. Nos detuvimos ante tal impresionante barrera natural que nos ofrecía una vista de lo peligroso que podría llegar a ser.

El silencio reinaba en el ambiente. Ni un solo ruido. Los hombres estaban nerviosos. El día de descanso, por llamarlo de alguna manera nos les había ayudado. Podemos decir que incluso empeoro la situación ya que las condiciones meteorológicas de la noche anterior trajo una tormenta de lluvia y frio, por lo que los hombres estaban empapados y sus vestimentas pesaban el doble. Cuando Varo se adelantó a la cabeza de la columna pregunto porque se había detenido, y recriminó la conducta de los centuriones, entre ellos yo -¡Os dan miedo los árboles!, ¡avanzad maldita sea!- exclamo nervioso y ofuscado.
La columna empezó a entrar en el bosque ya cumplida la tarde. Por mis cálculos deduje que estaríamos en su interior al anochecer, por lo que supuse que no avanzaríamos mucho, en lo cual estaba en lo cierto, así como entro el ultimo carro con bagajes una hora después hicimos noche en el camino.

Se empezaron los preparativos muy temprano para reanudar la marcha y adentrase aún más en el bosque. Los hombres parecían estar más tranquilos al ver que la noche fue tranquila, pero a mí lo que me preocupaba era el silencio total que había, uno de esos silencios que antecede a una sorpresa. Sorpresa que sólo un legionario experimentado como yo advierte antes de una batalla. Proseguimos la marcha antes de media mañana, el bosque era frondoso y el camino estrecho para una columna militar tan grande. Cada vez que nos adentrábamos más en él se hacía más difícil avanzar. Los carros de bagajes de cola no podían avanzar ya que no existía camino por dónde ir. La solución fue abrimos camino con las hachas y herramientas de labranza de los civiles más las nuestras y crear un sendero.

Y he aquí donde empieza la leyenda de Teutoburgo. A mediodía cuando el sol estaba en lo más alto, Armino informa a Varo que se adelantaría con la caballería auxiliar germánica la cual estaba bajo su mando para reconocer el terreno ya que sus exploradores le habían informado de algunas fuerzas tribales conocían de nuestra existencia y por mayor seguridad iría a tratar con ellos, de forma cortés, cuales eran sus intenciones. Y fue en ese mismo instante en que veríamos a Arminio por última vez como romano. Una hora después de su marcha empezó a caer sobre nosotros una tormenta de agua y rayos que provoco que hombres y bestias se detuvieran. Varo estaba enojado, la columna no avanzaba con suficiente rapidez y su lugarteniente, su amigo al cual lo quería como un hijo, estaba desaparecido. Temeroso de que le pasase algo, envió a algunos exploradores de caballería romana en su busca. Pero estos nunca regresaron. Yo me encontraba con mi cohorte al frente de la columna y desde mi posición podía ver a Varo con cara de preocupación.

 
 
En ese mismo instante empezaron a resonar cuernos y gritos infernales que salían del bosque a nuestras espaldas. Varo giro la cabeza y no daba crédito a lo que escuchaba. Se quedó con cara de perplejidad como diciendo ¿Qué es eso?, no puede ser. Se quedó allí inmóvil, sin decir nada. Pero yo sabía lo que era. Ya llevaba quince años destinado en esas malditas tierras, y ese ruido solo podía ser…… ¡LOS GERMANOS!. Rápidamente mandé formar a mi cohorte en posición defensiva.
 

 
 
 
 
 
 
Varo se quedó al frente protegiendo las águilas y me mandó que fuese al centro de la columna para ayudar a los oficiales de alto rango los cuales no estaban acostumbrados a combatir en este tipo de terreno. Rápidamente me dirigí en mi caballo hacia la zona de contacto enemigo, pero cuando llegue…….el desastre se cernía sobre ellos. Los malditos barbaros arrojaron desde lo alto de los montes que rodeaban el sendero, bolas incendiarias sobre el centro de la columna.



Las bolas de fuego empezaron a abrir brechas en las formaciones de las cohortes,. Los legionarios al ver venir esas bolas infernales las trataban parar con los escudos, incluso con las piernas.
 


 Era una tarea imposible, entre el suelo enfangado y el equipo de combate que a causa de las lluvias pesaba como el plomo impidió mantener la formación, por lo que el centro de la columna se vino abajo y perdió lo único que los podía salvar de la masacre………la formación en cuadro.

Viendo que el centro estaba perdido, ordené a los hombres que observaban como yo tal desaguisado, que formasen en testudo.
 
 

Impotentes conteniendo la rabia solo podíamos observar como nuestros compañeros se quemaban vivos.
 
 


Pero eso solo era el principio, detrás de las bolas de fuego salieron de entre la niebla unos seres con los ojos desencajados de sus orbitas gritando y aullando como lobos. La embestida fue feroz, los germanos se abalanzaron sobre nuestros compañeros y empezaron a mandar golpes con sus hachas y espadas. Incluso con piedras. Era tal el odio que reflejaba sus caras que, aunque recibiesen estocadas certeras, seguían luchando.

El ataque estaba bien organizado, primero fueron a por los centuriones y mandos superiores dejando a las cohortes sin mando, luego hizo su aparición el traidor Arminio con la caballería auxiliar germana e invistió el centro de la columna con tal fuerza que casi toda una cohorte fue despedazada por completo. El combate ya llegaba a su cénit. Centenares de legionarios muertos, otros arrastrándose por el suelo con algún miembro mutilado, otros acurrucados contra un árbol protegiéndose con su escudo y los más incautos tirando las armas pidiendo clemencia la cual no les fue otorgada. Los pocos que aun resistían luchaban por su cuenta e intentaban llegar hasta nosotros. De repente el sonido de los cuernos germanos sonó los cuales, al oírlos, se retiraron con una prontitud y tal rapidez como nunca antes había observado. En su retirada algunos de ellos llevaban en sus manos, alzando los brazos y mirando hacia nosotros, las cabezas de alguno compañeros nuestros. Incluso algunos ponían la boca debajo del cuello cercenado y bebía las gotas de sangre que goteaban.
 
 

 

 
 


El silencio reinante volvió sólo por algunos segundos. La lluvia volvió a hacer su aparición. El cuadro de cuerpos desmembrados y el olor de la sangre producía arcadas entre nosotros, ¿Cómo aviamos llegado a esto? Los primeros gemidos pidiendo auxilio no se hicieron esperar y nosotros salimos del letargo en el que nos encontrábamos y fuimos a su auxilio.




Desde la retaguardia y la vanguardia de la columna empezaron a llegar los tribunos con refuerzos para mirar que pasaba, cuando llegaron no dieron crédito a lo que vieron. Me preguntaron qué había sucedido y yo les conté todo, y lo más importante, la traición de Arminio. Se quedaron helados, no sabían que hacer, hasta que uno de ellos dijo – “Tenemos que informar a Varo. El cree que ha sido una escaramuza”- -“Todo”- dijo otro, - “Si te refieres a lo de Arminio también”-.

Cuando Varo fue informado según me contaron quedo en un estado catatónico algunos minutos. Sus tribunos estaban desconcertados ante tal actitud del Legado, ya que se preguntaban lo mismo que los demás, ¿y ahora qué?. Pero conociendo al legado, para él sólo había una cosa, una fijación en su mente, la traición de Arminio.

Varo tenía que tomar una decisión. O retroceder, lo cual era una maniobra muy arriesgada, o reorganizar la columna y seguir adelante. Después de meditarlo mucho y mandar exploradores decidió avanzar hasta un claro y dio la orden que nos fortificásemos en un fuerte de emergencia. Allí pasaríamos la noche y evaluaríamos el estado de la situación.



Después de una jornada intensa construyendo empalizadas, al fin pudimos descansar algo en nuestras tiendas y reflexionar sobre lo sucedido, la noche caía sobre nosotros y fui convocado para participar en la reunión del pretorium con el resto de mandos que quedaban con vida.



Cuando llegue a la tienda del Legado Varo el ambiente era tenso, el desastre había sido peor de lo que en un principio pensaban, habían sido aniquiladas por completo ocho cohortes y más de un millar de heridos.

 

domingo, 16 de febrero de 2014

Como hacer un scutum de legionario (Parte III)

5. Pintado del scutum

5.1. Preparación del emblema

Lo primero de todo es elegir qué es lo que vamos a dibujar en nuestro scutum, es decir, el emblema que se va a lucir. Yo opté por el más clásico y vistoso, que son las eternas alas de águila. Buceé un poco por la red y encontré unas que me gustaron. Las imprimí, amplié y adapté al tamaño y forma del scutum. Incluso con unas pinturas de cera lo coloreé un poco para ver cual era el efecto.


Para saber como quedaba realmente lo pegué al scutum y calculé el ángulo necesario para que me cupiesen las flechas y el marco. Una vez elegido el lugar idóneo, deslicé papel de calco por debajo de la plantilla y traspasé el dibujo al scutum. De igual forma lo hice para las otras partes.




En el caso de las flechas y los dos marcos hice igual, dibujar el boceto, posicionarlo, y aplicarlo sobre el scutum con papel de calco. Estos, al componerse de rectas, son más fáciles de dibujar (para ello lo mejor es usar la clásica regla)


5.2. Pintado del scutum

Una vez que ya tenemos dibujado el emblema, ahora sólo queda darle el color. Yo utilicé la acrílica de toda la vida. Para ello empecé primero por los colores más claros, seguidos por los más oscuros. Terminado el emblema (alas, flechas y marcos), se pasa a dar color al resto del scutum con el rojo.

A continuación muestro una serie de fotos mostrando el proceso (una imagen vale más que mil palabras y, si son varias, mejor, je, je).


Después de darle el "amarillo limón" al plumaje, continué con el naranja. Con esto consigo destacar mucho mejor las plumas del ala, y queda más vistoso.




Como ya os comentaba antes, una vez que acabo con el emblema, ya finalizo pintando el resto con rojo. Al principio había pensado pintarlo primero todo de color rojo con un rodillo y luego pintar el emblema sobre este. pero había leído en algún sitio que el color amarillo "perdía" bastante luminosidad al tener una base tan oscura como el rojo, e igual tenía que darle varias capas. En fin, no me quise arriesgar y opté por el método tradicional. Al final del todo, tanto el ala como las flechas y los marcos, los perfilé con negro para resaltar mejor las formas. 





5.3. Canteado del scutum

Finalmente tocaba rematar la faena con el "canteado" del scutum. La mayoría de los que venden cuentan con un canteado realizado en latón. Me pareció muy laborioso y, por lo que tengo entendido, estos acabados los solían llevar los scutum que se usaban en ceremonias u otro tipo de eventos. Es por ello que elegí el realizarlo en cuero. Aunque lo confieso, como no lo tenía a mano, usé una imitación al mismo para realizarlo.
Corté tiras largas, de un ancho apropiado, y con la misma cola blanca las fui pegando. Para sujetarlas usé pinzas para la ropa.


Una vez acabado, el resultado es el siguiente. A mayores se puede perforar con una broca pequeña y pasar hilo encerado, a modo de "costura".


Una vez acabado, se monta el umbo y... a lucir scutum!!!!




Espero que os haya gustado el tutorial. si tenéis alguna duda, poneos en contacto conmigo a través del mismo. 





martes, 4 de febrero de 2014

Los 3 fundadores de Roma

Por Antonio Castro

Solemos pensar que Roma la fundaron los gemelos Rómulo y Remo....y con razón. No obstante los propios romanos de finales de la república y del imperio consideraban que Roma había tenido 3 fundadores.
 
El primero de todos, como no, el mismo Rómulo. Rómulo y Remo, tras varias peripecias, llegan a las 7 colinas y deciden fundar allí una ciudad, Romulo quería fundar Roma en el monte Palatino y Remo Remoria en el aventino. Como eran gemelos no había primogénito y tuvieron que determinar quien iba a decidir el nombre y la ubicación de la ciudad. No se les ocurrió nada mejor que quien viese mas buitres sería el rey. Rómulo vió 12 y Remo 6. Rómulo se puso a arar los límites sagrados de la ciudad, el Pomerium, Remo se cachondeo y Rómulo se lo cargó. Rómulo, el primer fundador de Roma.
 
El segundo fundador de Roma se llama Furio Camilo, el dictador, que salvo a Roma de la gran invasión gala de Breno. Al parecer este fue uno de los grandes estadistas romanos de principios de la republica; un hombre de acción que se destacó en varios episodios bélicos y que llego a Censor e incluso a dictador. Luego cayó en desgracia y ante la perspectiva de ser juzgado se exilió voluntariamente con la perspectiva de pasar lo que le quedaba de vida arando su campo. El destino tenía otros planes. Una gran horda de galos senones bajaba Italia devastando todo a su paso; los etruscos estaban en medio de su camino y le pidieron ayuda a roma. Perdieron la batalla y los galos llegaron a Roma la cual tomaron y saquearon sin mas oposición que la guarnición del capitolio asediada continuamente. Un soldado romano logro romper el asedio y acudió a Camilo, el cual empezó a reclutar tropas entre los desertores y los supervivientes italianos de las anteriores batallas. Y luego la leyenda. Los senadores romanos le ofrecen oro a breno para que este salga de Roma; breno acude a su presencia con básculas trucadas, los senadores se quejan y breno responde poniendo su espada en una báscula: Vae Victis (Ay, de los vencidos). No obstante, Camilo, reaparece en el senado mientras sus tropas empiezan a echar a los galos de roma y le responde: Non auro sed ferro patria recuperanda est. (No es con el oro sino con el hierro como se recupera la patria). Total que en las afueras tiene lugar una gran batalla tipo señor de los anillos y los galos son definitivamente derrotados. Camilo vuelve a su campo a arar. Legendario.
 
Y el tercer fundador de Roma, el tío de Julio Cesar: Cayo Mario. Roma estaba aterrorizada por la aparición de una serie de pueblos todavía mas temibles que los galos. Los germanos. Eran invencibles. Derrotaron a los romanos 4 veces seguidas y sin embargo ante el temor ciego de la ciudad, sin ejercitos entre ella y los germanos, estos, inexplicamente se iban una y otra vez hacia la galia. Hacía falta un hombre....Un vir militaris. Mario, en su juventud había servido con escipion africano en el sitio de Numancia y de Cartago. Era un hombre nuevo, de Arpinum, menospreciado por sus origenes no romanos. Sin embargo la atemorizada Roma no podía permitirse el lujo de volver a fallar y elegió como consul 6 años seguidos (algo inaudito y contrario al mos maiorum) a la persona que creían que podía salvarles, y no le defraudo. Para poder reclutar tropas permitió el acceso al ejercito de los proletarii, con su equipación pagada por el estado. No solo eso, se pasó dos años entrenandolos a sangre y fuego de forma que cuando llegaron los germanos se encontraron con una lluvia de pilums que devasto sus primeras lineas. Y luego avanzaron y fueron, cuesta abajo triturándo a los germanos. Fue una gran victoria que repitio un año mas tarde contra la otra migración que se había separado de la primera. Roma se había salvado, y Mario, Cayo Mario, fue considerado el tercer fundador de Roma por un pueblo agradecido. 
 
Como veis la historia de Roma hasta el imperio tuvo 3 puntos muy álgidos en donde se jugó la propia supervivencia. En su creación, con la gran invasión gala (los romanos llegaron a plantearse despues si era mas conveniente reconstruir la ciudad o irse a veyes), y con la primera invasión masiva de germanos. Y siempre hubo un hombre ahí para salvarla. Así los romanos siempre confiaban en que daba igual lo mala y desesperada de la situación, La ciudad siempre acababa produciendo a alguien que derrotaba a los enemigos y hacía mas grande a Roma de lo que era anteriormente. Y fue así siempre hasta 50 años antes de la caida del imperio con Aecio, el vencedor de Atila.

El bosque maldito - La batalla de Teutoburgo (Parte I)

Por Jose Luis Vilas Lara

Mi nombre es Casio Querea, y soy uno de los pocos supervivientes del bosque maldito.
La historia que os voy a contar es la tragedia más grande que sufrió Roma en Germania. Allí, en ese lugar donde hoy reposan los huesos de mis valientes hermanos de armas, aconteció una batalla en la cual participé bajo el mando del Legado Varo, general de las tres legiones que comandaba, la XVII, XVIII y la XIX legiones de Germania inferior, más 6 cohortes auxiliares y 3 alas de caballería.

Ocurrió en el año 9  d.c, en otoño. Volvíamos de una campaña exitosa en Germania superior y nos encaminábamos hacia el Rhin. Nuestro destino eran nuestros campamentos de invierno al otro la del rio. Yo, como centurión de la primera cohorte de la XVII, animaba a mis hombres que estaban recelosos por la decisión del Legado Varo de tomar el camino que nos llevaba hacia los pantanos y el bosque de Teutoburgo. Varo había puesto toda su confianza en Arminio, un bárbaro romanizado que le había aconsejado tomar esa ruta justificando que llegaríamos antes al Rhin, pero los hombres sentían dentro de sí un temor inexplicable, un malestar que se hacía notar en sus rostros, eso me preocupaba en extremo ya que compartía con ellos los peligros que entrañaba adentrarnos en el bosque y flanqueados por pantanos.

El primer día de marcha fue tranquilo, pero la incesante lluvia y el frio otoñal calaban los huesos y hacia que los escudos y loricas pesasen en extremo. Los pies, en constante contacto con el barro provocaba heridas a muchos hombres, los cuales eran llevados a los carros que iban en la cola de la extensa columna. Al segundo día de marcha llegamos a los pantanos. Atravesarlos fue un calvario. Los hombres marchaban hundidos hasta las rodillas, a paso lento y, para más infortunio, hizo aparición la niebla espesa que provocaba el temor de los civiles que viajaban con nosotros, mujeres, ancianos y niños que habían decidido cruzar el Rhin para establecerse dentro de las fronteras de Roma, bajo su manto de protección que les prometió Varo. En el primer día de marcha por los pantanos solo habíamos avanzado unos 15 km, muy poco para unas legiones acostumbradas  a cubrir 35km diarios. Los hombres se ayudaban los unos a los otros para poder continuar, los tropiezos y el agotamiento provocaba en las cohortes bajas por torceduras o por las picaduras de serpientes y alimañas que acampaban a sus anchas en aquel inhóspito lugar.

Tardamos un día en cruzar la franja pantanosa que estaba enfrente del bosque. El rostro de los miembros que componían nuestro numeroso ejército lo decía  todo. El agotamiento, y la orden del Legado Varo de apresurar la marcha para salir de aquel pantano, había provocado que tres legiones, que hacía unos meses fuese una maquina militar bien preparada, se convirtiese en una columna de seres humanos sin organización y en algunas cohortes incluso con trifulcas entre legionarios y centuriones. Ante tal expectativa Varo mandó detener a la columna en los lindes del pantano para reorganizar las fuerzas y dar descanso a los hombres durante un día entero. El panorama era desalentador y me preocupaba mucho ya que el lugar era perfecto para ser atacados. No había arboles cerca ya que el bosque se encontraba a medio día de marcha por lo que no disponíamos de defensas adicionales, tampoco podíamos hacer fuegos ni hogueras ya que el terreno estaba compuesto por matojos mojados y  estaba enfangado por la lluvia constante que caía sobre nosotros. Ante tal situación y a petición de mis hombres y centuriones de otras cohortes me dirigí a junta del Legado Varo ya que yo era el primus pilum (el centurión de mayor rango) para comentar le las inquietudes y aconsejarle que aun estábamos a tiempo de flanquear el bosque.